Me complace comprobar como, de nuevo, los indignados han tomado Madrid. Estos días ha dado gusto pasear por las calles atestadas de fervientes indignados que han venido de todas partes del mundo ha mostrar su absoluto rechazo a la Iglesia y a su principal cabecilla: El Papa.
Era digno de contemplar como protestaban contra los pederastas que pueblan esta secta; como repartieronse preservativos entre todos y los arrojaban al paso del anticristo. Qué bonito era ver como se manifestaban con pancartas alusivas a la miseria y condenaban el lujo y la riqueza entre los que se mueve esta abominable institución.
Cada día me siento más orgulloso de ser miembro contribuyente de este estado aconfesional, que ha puesto todos los medios a su alcance para que la visita del energúmeno nazi-inquisidor haya transcurrido sin pena ni gloria.
Me cago en dios.